¿Por qué ó para qué?
Siempre están pasando cosas, el movimiento de todo a todo momento es incontrolable. Eso es la vida: cambio constante…nada permanece estático, todo cambia a cada instante.
Desde el momento que nacemos a esta vida, somos como las semillas de la planta que se sueltan para vivir una experiencia más allá de la propia planta y hay un río que las conduce hacía donde quiere, pero la propia semilla no puede controlar el flujo del río, ni tampoco hacia donde ir flotando…seria absurdo pensar que puede hacer esto, ¿verdad?
Cuando somos pequeños, según lo que hayamos interpretado de lo que es la vida, muchas veces hemos aprendido a intentar controlar las situaciones que nos trae. Quizás a veces hemos podido hacer esto y parece que el resultado de hacerlo nos aporta seguridad, y sentimos que podemos hacer que la vida nos lleve hacia donde nosotros queremos, aunque a medida que nos vamos haciendo mayores y tomamos conciencia de la realidad tal y como es, vemos que es imposible controlarlo todo y que la vida nos de todo lo que deseamos. En este punto surgen dos opciones: fluir o sufrir.
Dicen los que saben que ambas opciones nos llevan irremediablemente a la conciencia, pero el tema es de la manera que lo hacen: no es lo mismo aprender mediante el sufrimiento que mediante la aceptación. También dicen que el dolor es inevitable, pero que el sufrimiento si se puede evitar…en la medida en que aceptamos lo que la VIDA nos trae y fluimos con ella, es decir, no nadamos a contracorriente del río.
En esta experiencia de la vida nos ocurren situaciones que nos mueven interiormente y me estoy refiriendo a terremotos, maremotos o huracanes internos… se crea un conflicto entre lo externo y lo interno. En los momentos que nos sentimos así quizás podemos entrar en la búsqueda de la razón que provoca esto, pero puede que hagamos una pregunta equivocada: ¿Por qué?
¿Por qué me ocurre tal cosa? ¿por qué a mi? nos preguntamos una y otra vez. La mente (ego) quiere seguir controlando esas situaciones buscando respuestas para volver al control. Si somos personas muy mentales (con mucha actividad de la mente) podemos llegar a desgastarnos energéticamente y acabar exhaustos por intentar buscar las soluciones desde la mente a nuestros problemas. Entramos entonces en un bucle de pensamientos compulsivos y no se si te habrá pasado alguna vez, pero entrar en ese bucle es agotador. En este momento si nos damos cuenta y somos capaces podemos intentar tener otra mirada a la hora de querer tomar conciencia de las cosas que nos ocurren, podemos probar a cambiar la pregunta: ¿Para qué?
¿Para qué me ocurre esta situación? De esta forma soy capaz de entender que detrás de la situación que me ocurre hay algo que no está resuelto en mi. Si seguimos observando todo lo que hay: pensamientos, emociones, posturas corporales, acciones que queremos hacer (antes de hacerlas) podemos quizás darnos cuenta de cosas que no habíamos visto antes. Existe un aprendizaje, «algo» que nos pone a prueba, para que lo superemos de una forma u otra. No soy una victima de la vida, al contrario, me está dando la oportunidad de crecer, de mejorar, de que fluya con ella con menos resistencias…de que aligere mi equipaje y me deje llevar confiadamente y de esta forma no sufrir… quizás haya dolor al principio y mucho miedo, pero es para que soltemos nuestro control y fluyamos… realmente piensa ¿qué podemos controlar? es una ilusión de la mente / ego, no controlamos NADA en ABSOLUTO… y si quieres haz la prueba: intenta controlar los latidos de tu corazón…¿puedes?
Simplemente deja que cada momento sea tal y como es… suelta el control y fluye con la vida
El «por qué» busca culpables…el «para qué» expande la comprensión y nos hace tomar otra perspectiva. Date cuenta de que es la VIDA la que nos lleva, nos sostiene, es la que hace que nuestro corazón lata, la que nos pone las situaciones que nosotros previamente hemos pactado aprender, pero en esta vida encarnada no nos acordamos… Cada instante que estamos aquí es PARA aprender algo… Si no nos damos cuenta de todo esto, o si nos damos cuenta pero seguimos en nuestras treces de querer controlarlo todo, sufriremos… irremediablemente. Y no estoy diciendo con esto que el destino esté escrito, o que no debemos hacer nada… al contrario, digo que hay que actuar cuando lo sentimos dentro y que tenemos que coger las riendas de nuestra vida, aunque teniendo en cuenta de que quizás tengamos que pasar por situaciones que no sean agradables, y quizás sean dolorosas pero cambiando el enfoque del «por qué» al «para qué». De esta manera nos salimos del victimismo, nos rendimos a la vida y nos situamos en la comprensión desde otro punto de vista, sin alimentar el sufrimiento, aceptando que hay cosas que no están en nuestra mano cambiar ni controlar y no por ello vamos a sufrir… no creo que merezca la pena.
Hago una reflexión con un texto tomado de los rollos esenios del Mar Muerto:
«Si nos preocupamos o nos afligimos profundamente por las cosas que no están en nuestra mano cambiar, somos como el niño que llora cuando el Sol desaparece en el horizonte, sin saber que mañana saldrá de nuevo…»