Los planes de la Vida
La vida en algunas situaciones resulta injusta si la miramos desde el punto de vista humano. Muchas veces nos enteramos de sucesos «fuertes» que acontecen a otras personas no muy cercanas y nos quedamos sin palabras. Pero es cuando el suceso pasa en el propio núcleo familiar o incluso le ocurre a un@ mism@ cuando la mente puede quedar en shock y normalmente surge la necesidad de buscar respuestas.
Imagina la siguiente situación para entender lo que quiero mostrarte en este texto:
Imagina una persona sana, que se cuida: se alimenta bien, hace deporte, controla sus emociones y sus pensamientos… Tiene un trabajo que le reporta economía y en el que está contenta. Una familia de la que se ocupa a la que la quiere y la quieren. Ha llegado a un nivel en el que controla perfectamente de su día a día y las situaciones que ya conoce con cierto nivel de maestría. Tiene todo lo que puede desear y se considera una persona exitosa y feliz. Tiene su día a día perfectamente organizado y algunos planes de futuro a medio o largo plazo. Es una vida que realmente todos desearíamos tener.
Ahora imagínate que un día se levanta para irse a trabajar, se sienta a desayunar después de preparar la casa y a sus hijos y comienza a sentirse mal. De pronto se cae al suelo y se despierta en un hospital después de una operación a vida o muerte: ha tenido un infarto pero ha sobrevivido a él.
La mala suerte no existe.
Algunas personas dirían que se trata de mala suerte. Pero te digo directamente que la suerte no existe, ni la mala ni la buena. Todas las situaciones son experiencias que de una forma u otra hemos venido a vivenciar.
Normalmente con una experiencia de este tipo, la propia persona queda en shock y las personas que la rodean también. Es obvio preguntarse ¿Por qué ocurren estas cosas? No hay una explicación lógica: Era feliz y estaba bien de salud, se cuidaba emocional y mentalmente, disfrutaba de su familia, de su trabajo y de su día a día.
En este tipo de situaciones nos salimos del ámbito físico y hemos de adentrarnos más allá, en lo que se denomina «La Metafísica«. Aquí hay que adoptar (si no la tienes) una postura de «mente abierta» ya que la dificultad a la hora de encontrar respuestas estriba en que tipo de mente tenga la persona y cuanta fuerza tenga esa mente.
Por ejemplo, hay personas que son muy lógicas, es decir, se mueven por la comprensión mental de los hechos que suceden. Y no creen en nada más que no sea explicable o comprobable. A ese tipo de personas les cuesta mucho trabajo abrir la mente a otras realidades. La mente, como ya he comentado en muchas ocasiones, es un instrumento increíble pero cerrado es como un paracaídas: no sirve para nada. Y eso en sí, es un gran problema cuando sucede una situación de este tipo ya que la mente puede entrar en un «cortocircuitos existencial».
Ahora vamos a adentrarnos en un terreno en el que si la mente no está abierta no podremos acceder. No te pido que creas lo que digo, solo que lo dejes estar sin descartarlo directamente.
Tres verdades que abren la puerta de la conciencia.
Hay tres grandes verdades que se nos suelen olvidar (o que no conocemos) hasta que la vida nos frena en seco como en este caso que te he descrito.
1) Me voy a morir un día (voy a desencarnar – pasar a otro plano)
2) No soy mi cuerpo, ni mi mente, ni mis emociones…
3) Estoy aquí para vivir una experiencia terrenal (según mi plan de alma)
La primera es obvia y todo el mundo llega a darse cuenta más tarde o más temprano. Normalmente se nos olvida cuando nos sentimos bien, en etapas como la juventud, etc. Tenemos la falsa sensación de que vamos a vivir eternamente de manera terrenal. Pero antes o después es una afirmación con la que conectamos todos: «nuestro tiempo aquí es limitado» No voy a entrar en detalles de lo que es pasar a otro plano, ya que me desviaría del texto.
La segunda verdad se puede comprobar haciendo un trabajo de autodescubrimiento y es relativamente «fácil» de ver en el momento en el que somos capaces de desidentificarnos con cuerpo, mente, emociones. Cuando ocurre una toma de conciencia así, es más fácil acceder a la tercera afirmación.
La tercera verdad es la que más cuesta entender. Pero más que entender, lo que cuesta es ACEPTARLA. Principalmente porque vivimos enfocados y guiados por la mente condicionada. Un instrumento maravilloso pero que no tiene la capacidad de «explicar» la Vida. Cuando hacemos planes para nuestra vida, parece que depende de nosotros cumplirlos o no. Pero es algo más complicado: hemos diseñado un guion antes de venir a la vida en el que recogemos las experiencias que queremos vivenciar. Algunas veces tenemos una vida en la que no estamos viviendo realmente lo que hemos venido a experimentar. Entonces la Vida trae situaciones para que podamos re-encauzarnos.
El plan del Alma.
Vuelvo a repetirlo, los seres humanos estamos en la Tierra viviendo una experiencia física o terrenal. Pero ni somos de este planeta, ni somos seres materiales: somos seres espirituales.
Y esto no tiene nada que ver con la religión. Tampoco con las creencias. Es algo que forma parte de «ser» Humano.
La experiencia humana requiere un plano físico (planeta = escuela) donde se van a llevar a cabo ciertas vivencias que cada cual se ha propuesto para evolucionar en otros planos.
Todas las personas encarnadas en el planeta tenemos una guía de vida a la que ajustarnos. Lo llamo en el título del texto, «el plan de la vida» pero también se conoce como Plan de Alma o Propósito de Vida. Si nos separamos demasiado del camino que marca nuestro plan, la vida nos frena, de una u otra manera.
Hay un refrán que es un poco doloroso si no se conoce este concepto de plan de alma y dice así:
«Cuéntale tus planes a Dios
y se reirá de ellos.»
El significado es que no recordamos el plan de alma que hemos programado antes de venir a este mundo. Ya que es requisito indispensable que sea así porque seguramente si nos acordáramos evitaríamos vivir experiencias duras que hemos de transitar. Una vez que ocurre un caso como este, si el susto ha sido grande nada vuelve a ser igual. En esos momentos tomo consciencia de que no tengo el control de nada en mi vida. Y puedo tener planeado todo con sumo detalle pero no me vale para nada absolutamente.
En cambio, si conozco este concepto, no haré demasiados planes ya que la misma vida me va dando señales claras de por donde he de transitar en cada momento. De esta forma iré recorriendo mi plan de vida adaptándome a lo que la vida me va trayendo, guiado por mi brújula interior o mi sentir interno. Para saber de lo que estoy hablando piensa en las veces que te has sentido fluir con la vida de una manera pacífica y plena. Eso es un síntoma de que vamos por el camino que traza nuestro plan. En cambio cuando en situaciones internamente sabemos que no queremos, pero nos forzamos, autoengañamos, etc y nos contamos rollos y/o excusas para seguir ahí… nos estamos separando de nuestro plan.
Según podemos ver con el análisis cabalístico, muchas veces la persona no encarna para aprendizaje propio, sino para ayudar a otras personas a ello. Es decir, hay planes de alma que son para ayudar a otros a tomar conciencia mediante la experiencia de lo que se vive en el pacto con esa persona. Hay algunas herramientas que nos aportan información sobre nuestro propio plan del Alma. El conocimiento del mismo mediante la herramienta de la cábala práctica nos permite ver cuales son los aprendizajes más importantes que traemos a esta vida. Si no escuchamos al Alma y seguimos ese plan que va dictando, siendo consciente de las señales externas e internas, la vida nos hace parar… de una u otra forma. Algunas veces nos hace reiniciar ese plan en otra vida, porque considera que nos hemos alejado demasiado de él.
Al ejemplo que he puesto al principio del texto, se le permitió seguir aquí en una segunda oportunidad de encontrar su plan de alma y llevarlo a cabo.
Para entender mejor este concepto, yo hago una analogía con una semilla que se desprende de un árbol y cae a un río. La semilla no dirige su camino, la dirección, ni el ritmo que lleva el río. No hace planes de hasta donde llegará o cuando parará y durante cuanto tiempo. Posiblemente ni sabrá que tipo de fruto va a dar si es que llega a un lugar donde poder germinar. Es una pequeña semilla que no tiene más remedio que rendirse al fluir del agua que lo lleva y dejar que ocurra lo que tenga que ocurrir.
De la misma forma nosotros estamos flotando en el Rio de la Vida que nos lleva. Podemos intentar dirigir el flujo del río e incluso nadar a contracorriente, pero lo único que nos causará eso será pérdida de tiempo y energía. Cuando antes nos demos cuenta de cuales son las reglas del juego, antes podremos empezar a jugar.