La muerte del SER
En este artículo hago una reflexión profunda sobre cómo sin darnos cuenta, hacemos lo que otros en el pasado han hecho con nosotros mismos: matar la esencia única e irrepetible de otros seres humanos. Y como de urgente resulta darse cuenta de esto y dejar de hacerlo. Cambiar estos patrones para facilitar a las personas ser lo que han venido a SER.
Quizá te suena esta situación: Te ves regañando a tu hij@s, sobrin@s, alumn@s… de la misma forma que tanta rabia te daba que te hicieran a ti tus padres o mayores.
Es cierto y está comprobado: repetimos patrones de la infancia.
Fíjate que algo que odiabas que te hicieran, ahora vas tu y se lo haces a otros. Date cuenta que es en la infancia donde la “personita” es más moldeable en todos los aspectos, sobre todo en la mente y las emociones. Y a veces a ciertas edades no entendemos desde nuestra mente infantil, que si nos dicen que nos quieren tanto, realmente no nos acepten tal y como somos. Y encima quieren que cambiemos esa forma de ser.
Estoy hablando de lo que comúnmente se suele llamar “educar”. Ya seas padre, madre, abuel@s, maestr@s o cualquier persona que tengas la Gran Responsabilidad de educar a personitas. Pero en este caso te hablo de una educación erronea, aunque comúnmente extendida desde el punto de vista de un adulto que se cree en posesión de la verdad y con autoridad para imponerla. Sin respetar el proceso de la persona que tiene enfrente simplemente porque es así como hay que educar…
Ya hablé de la posesión de la verdad en un artículo anterior, pero en este caso me refiero a algo más imperceptible. Es lo que se denomina “homogeneización”. Es decir, que tod@s de pequeños seamos igualitos en estos sentidos: que no molestemos mucho, que hagamos caso y seamos como los demás.
¡Seamos tod@s iguales!
Lo que quiere el sistema en el que vivimos es eso. Que se repitan estos patrones automáticos para “educar” a las generaciones venideras de la misma forma. Es lo que busca la sociedad que nos tiene atrapados entre sus garras… que tod@s seamos iguales porque así somos más fácilmente manejables y predecibles.
Y es que si te fijas no se puede ser distint@. Al menos es muy difícil. Ese sistema integrado desde hace siglos te pone todo tipo de trabas: desde la familia, el colegio, las relaciones sociales… están programados inconscientemente para ello.
En la edad adulta si se tiene valor se puede ser distinto, pero hay que pagar las consecuencias de serlo. Pero en la infancia es distinto: cada un@ sobrevive con los mecanismos de los que dispone. Psicológicamente hacemos uso de los llamados “personajes”:
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- Me comporto como se espera de mi (los buenos)
- Me comporto justo al contrario y así al menos me prestan atención (los malos / rebeldes)
- Me aíslo de este mundo en el que no encajo (los ausentes / los que se evaden).
Casi todos adoptamos uno de estos tres roles en sus múltiples variantes y con nuestra propia insignia para que así nos acepten aunque tengamos que fingir lo que no somos. Todos esto lo hacemos buscando la aceptación, la aprobación de lo que soy…el Amor de los adultos que me importan. Lo contrario de no aceptarnos en la infancia es la Muerte: “el rechazo de la tribu”.
Así dejamos de lado nuestra forma de resolver las cosas, nuestras emociones, la intuición propia, la energía que tenemos (que si es mucha es mala), etc, etc…
Pero sobre todo esto hay una cosa muy clara, que no muchas personas saben: “Estamos aquí para ser nosotros mismos” y cuanto antes nos demos cuenta de esto, tiempo y energía que dejamos de perder.
La muerte de la esencia propia
Cuando esto ocurre y ocurre en el 99% de los casos, lo que nos creemos la mayoría cuando somos pequeños es que:
Tal y como soy
se ve que no está bien,
debe haber algo malo en mí…
De esta forma en lugar de ganar confianza en mí mism@ y afianzar mi opinión personal o mi forma única de hacer las cosas, me transformo en algo que NO SOY. Y aprendo a controlar como “debo ser” sin dejar salir mi espontaneidad genuina porque es incorrecta.
Fíjate que todo esto tiene una repercusión en toda la vida, ya que esos patrones inconscientes se van repitiendo. Al ser inconsciente no me doy cuenta de que lo hago y algo que me sirvió para poder “sobrevivir” en la infancia, en la edad adulta es un gran peso que llevo sobre mis hombros sin ni siquiera saberlo.
Tengo una máscara para cada ocasión. Un personaje que interpretar dependiendo de lo que tenga que hacer para que me acepten en cada momento y lugar. Ya que eso es lo que he aprendido a hacer durante muchos años.
A esto le llamo la muerte del SER, porque aunque no parezca algo grave tiene muchas consecuencias a nivel de lo que cada uno hemos venido a SER a esta encarnación.
Y por supuesto, los efectos colaterales que todo esto genera son varios y de distinta naturaleza. Aunque como norma general se encuentra entre las siguientes sensaciones internas: INSATISFACCIÓN, RABIA, FRUSTRACIÓN PERMANENTE y PÉRDIDA DE LA ALEGRÍA DE VIVIR… Es lógico por que no estoy siendo yo mism@.
El origen de las crisis existenciales.
Voy a ser claro: cuando no vives lo que eres, entras en una crisis existencial. Puedes disfrazarlo todo lo que quieras y/o buscar excusas, pero una persona que es auténtica en su esencia y vive de acuerdo a ello nunca tendrá una crisis de ese tipo.
Cuando nos han machacado mucho en la infancia sobre que nuestra forma de ser es incorrecta y tenemos que cambiarla, llevamos muuuuchas papeletas para que nos toque el premio de la crisis de no saber que narices hago yo en este mundo.
¡Ojo! y no estoy juzgando a las personas que nos han machacado, ellos lo hacen inconscientemente de forma automática y seguramente a ellos también se lo hicieron. Pero existe un patrón de perpetuar ese automatismo que no lo puedo cortar si no me doy cuenta. Así funciona la cosa.
Observa si las personas que hacen eso son felices y se permiten ser ellos mismos, o por el contrario están constantemente controlando la Vida y reprimiéndose.
Antonio Blay, decía que la educación real y verdadera consiste en primer lugar facilitar / acompañar lo que la persona viene a SER. En segundo lugar enseñar unas normas de conducta / convivencia social. Y en tercer lugar transmitir un patrimonio cultural.
Realmente lo que llamamos educar no es más que “domesticar” sin tener en cuenta la unicidad de la persona y así matar la esencia del ser.
Y si no nos damos cuenta, esto ocurre en todos los ámbitos. Además se sigue perpetuando en la familia de origen, en los colegios, en las relaciones de amistad, de pareja… cómo dice el refranero:
Entre todos lo mataron y el solito se murió.
Eso le pasa a la persona si sus educadores no respetan su esencia. Si no acompañan o facilitan que se convierta en quien ha venido a ser, en lugar de querer cambiarl@.
Y después hay una pregunta clave que muchas personas se hacen. Y de esta forma podemos saber si estamos cerca o lejos de nuestra unicidad:
Si las cosas me van bien en todas las áreas y tengo todo lo importante cubierto, ¿Por qué no soy feliz?
Esta pregunta lejos de ser algo negativo por sentirte más perdido que nunca, en realidad si sabes aprovechar el momento, puede ser el principio de un encuentro contigo mism@.